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Luis Feito (Madrid, 1929)

Untitled

1966

WORK INFORMATION

Oil on canvas, 35 x 46 cm

OTHER INFORMATION

Signed in the lower left-hand corner “Feito”.

A principios de los años cincuenta, Luis Feito abandonó la figuración en la que se había formado en la Escuela de Bellas Artes de San Fernando (Madrid). Atravesó una etapa de inspiración neocubista que le llevó a la necesidad de dotar a sus composiciones pictóricas de una estructuración que años después, en su discurso de ingreso en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando (1998), llamó «geometría inventada y personal» y que no abandonaría en lo sucesivo, aunque su lenguaje pictórico experimentara cambios. En esa misma década dio inicio a una búsqueda de texturas, próximo como estaba a la abstracción informalista francesa durante su estancia en París, que se prolongaría de 1956 a 1981. Allí descubrió el automatismo y empezó a conceder cada vez más relevancia a los componentes matéricos de sus cuadros. Estos aspectos le aproximaron a otros artistas españoles informalistas que trabajaban sobre premisas similares, y que estaban desarrollando abstracciones modernas que supusieron una alternativa militante al arte oficialista y académico del régimen franquista. Feito fundó junto a ellos el grupo El Paso en Madrid en 1957. En 1960 le fue concedido el Premio David Bright en la XXX Bienal de Venecia, uno de muchos importantes galardones que ha obtenido el artista a lo largo de su dilatada carrera.

Este cuadro perteneciente a la Colección Banco Santander fue realizado años después de la disolución de El Paso. En él vemos el resultado de su evolución desde principios de los años sesenta, aunque no hallamos los rojos y amarillos que con frecuencia había estado utilizando. Aquí el fondo es oscuro, mate y plano, y sobre él se coagulan masas de gran empaste de negros y pardos, brillantes y arenosos. Una forma circular central luminosa, que aparece con frecuencia en esta década y en las siguientes, crea el contrapunto para una confrontación de absolutos, de luz y oscuridad. La pintura de Feito no es gestual ni aleatoria, sino llevada por un particular equilibrio entre el trabajo rápido e instintivo y una situación anímica meditativa. El círculo blanco luminoso, centro visual de la composición, y los oscuros que lo rodean, se instalan sabiamente en el cuadro con gran equilibrio. La estructura no es visible, pero la lógica pictórica sí. También lo es la tensión generada por un desorden de formas que solo es aparente. El cuadro, que no es nunca un paisaje ni una representación de algún motivo concreto, se convierte en un territorio especial donde tiene lugar una acción significativa: una suerte de colisión de energías. No hay aquí imitación, ni narración, sino la experiencia de creación de una forma de existencia posible, libre e individual, cargada de vida: la del artista y la del espectador. Para Feito la pintura no atiende a teorías; su forma de trabajar huye de la intelectualización. Encierra energías espirituales, como la pintura oriental que tanto admira y que, como el propio artista manifestó, «es la esencia de la naturaleza, no busca la representación, sino la presencia». [Carmen Bernárdez]