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Benjamín Palencia (Barrax, Albacete, 1894 – Madrid, 1980)

Alba de Tormes

1953

INFORMACIÓN DE LA OBRA

Óleo sobre lienzo, 149 × 198 cm

OTRA INFORMACIÓN

Firmado y fechado en la zona inferior derecha: «B. Palencia, 53» Inscripción al dorso: «Alba de Tormes»

Benjamín Palencia fue un artista clave en los procesos de renovación que tuvieron lugar en la España de los años veinte y treinta. También un importante referente en el arte español de la posguerra.

Aunque de origen rural, a los 15 años se trasladó a Madrid bajo la tutela de Rafael López Egóñez, quien lo introduciría en los círculos protagonistas del arte y la literatura de ese momento de esplendor que conocemos como la Edad de Plata.

Fue en 1925, en la madrileña exposición de la Sociedad de Artistas Ibéricos, cuando Palencia dio a conocer una obra que se mostraba ya en sintonía con las nuevas figuraciones que protagonizaban el arte moderno internacional. En los años siguientes realizaría varios viajes a París, a partir de los que adoptaría la figuración lírica que cultivaban algunos de los jóvenes artistas españoles residentes en esa ciudad.

Iniciada la década de los treinta, protagonizó con el escultor Alberto lo que conocemos como Escuela de Vallecas. Fueron poéticos paseos por los alrededores de Madrid a la búsqueda de inspiración, a los que se sumaron los artistas y poetas más significativos del movimiento renovador. Los cuadros y dibujos realizados por Palencia en ese momento reflejan la esencia identitaria de paisajes capaces de entrelazar lo telúrico con lo rural. Pero también con referencias a paisajes suburbiales con desperdicios y restos óseos, o a las manifestaciones esquemáticas del arte prehistórico español. Hacia mediados de 1932, su relación con Alberto entraría en crisis.

En 1933 Palencia se incorpora al Grupo de Artistas de Arte Constructivo, organizado por el uruguayo Torres García a su vuelta de París. Son años en los que su plástica adopta elementos vecinos a la abstracción geométrica y a los lenguajes visuales del surrealismo. También abundantes referencias a la plástica picassiana.

Es en estas últimas sintonías donde se mueve el Dibujo surrealista de la Colección Banco Santander. En él se entreveran linealidad prehistórica, automatismo surrealista y visibles referencias a Picasso y Miró.

Hacia 1935 realizó también interesantes foto-collages de clara ascendencia surrealista. Y, ya al filo de la Guerra Civil, adoptó un realismo equidistante del ingenuismo rural y de figuraciones modernas asociadas a cierta inspiración metafísica.

Al principio de la posguerra volvió a organizar una nueva experiencia vallecana con algunos artistas de la nueva generación. No obstante, Palencia les ocultaría todo lo referente a la «escuela» vallecana de tiempos de la República. Las obras de este momento continúan cultivando ese ingenuismo de cuño rural, cuya apariencia entroncaba muy bien con la sórdida atmósfera de la posguerra, pero cuya fresca entraña le servía como antídoto.

En los años siguientes cultivó mucho el bodegón y el paisaje. A veces presidido por tonos sombríos, a veces por cierto esquematismo geométrico, como ocurre en la vista de Alba de Tormes que figura en esta colección.

Sin embargo, ya desde finales de los cuarenta el color se fue abriendo paso en sus obras. Lo hizo con una intensidad expresiva que aportaba tanto resonancias fauves como expresionistas. Era el síntoma de una vitalidad renovadora que, sin embargo, nunca prescindiría del imaginario de su primera etapa vallecana. Es algo que se muestra con clara evidencia en el Caballo rojo de la Colección Banco Santander. [Jaime Brihuega Sierra]