Darío de Regoyos (Ribadesella, Asturias, 1857 – Barcelona, 1913)
Altos hornos de Bilbao
Hacia 1908
INFORMACIÓN DE LA OBRA
Óleo sobre tabla, 26,5 × 35 cm
OTRA INFORMACIÓN
Firmada en la zona inferior izquierda: «Regoyos»
Darío de Regoyos y Valdés nació en Ribadesella y su temprana inclinación por el arte encontró la oposición de su padre, que deseaba que estudiara Arquitectura como él. Tras su fallecimiento, y gracias a la permisividad de su madre, pudo realizar sus deseos. Desde sus primeros años como pintor formó parte activa de los movimientos finiseculares liberalizadores del arte en Bélgica y fue el único pintor español que llevó a cabo óleos simbolistas, puntillistas e impresionistas al tiempo que los impresionistas franceses, ingleses y americanos lo hacían.
Su primera formación la obtuvo en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando (Madrid) con el profesor y pintor belga Carlos de Haes; posteriormente, su marcha en 1879 a Bruselas le permitió matricularse en la Real Academia de Bellas Artes de Bélgica con el pintor Van Sevendonck y en el estudio del pintor Joseph Quinaux, que había sido a su vez profesor de Carlos de Haes, siendo Quinaux su verdadero maestro. Todo ello dio lugar a que Regoyos se desarrollara como pintor en los ambientes artísticos bruselenses, terminando por ser miembro del círculo de L’Essor (El vuelo, 1880-1883) y después del revolucionario e intransigente círculo de Les XX (1883-1894), del cual nuestro artista formó parte desde su fundación hasta su disolución. Amante y defensor del paisajismo, se enfrentó con el academicismo en España, practicando a fondo el impresionismo, el divisionismo y el simbolismo mediante su serie La España negra.
Sus amigos fueron los pintores Théo van Rysselberghe, James Ensor, James Abbott McNeill Whistler, Camille Pissarro, Paul Signac y Maximilien Luce, y ya en España el compositor Isaac Albéniz y el violinista y director de orquesta Enrique Fernández Arbós. Además, en el mundo de las letras tuvo gran amistad con Émile Verhaeren, Georges Rodenbach y Maurice Maeterlinck, Pío Baroja, Miguel de Unamuno y Ramiro de Maeztu. Pero los artistas que más influyeron en su obra fueron Van Rysselberghe, Pissarro y el poeta Verhaeren, siendo su gran virtud la justeza en el color, así como la composición en sus paisajes, nocturnos y efectos de luz.
Hasta el año 1890, estuvo exponiendo siempre en Francia, Bélgica y Holanda, y a partir de ese año lo hizo además en Madrid, Barcelona, Bilbao y San Sebastián, entre otros lugares.
Pintor viajero, en 1905 se desplazó con Pío Baroja a Córdoba y después lo hizo a Ronda y Málaga, terminando en el mes de febrero en Granada. De este viaje procede la obra Sierra Nevada, en la que recoge llena de color una vista de Granada que roza el fauvismo por su colorido. En el centro de la escena se representa el puente de Las Angustias (posiblemente desaparecido), bajo el cual discurre sinuosamente el río Darro. Tanto sobre él como en la calle colindante aparecen figuras humanas que muestran la actividad cotidiana en esa zona. Detrás, y como fondo, la sierra parcialmente cubierta de nieve completa la sensación de frío. Regoyos regaló esta obra a su íntimo amigo el pintor belga Théo van Rysselberghe en recuerdo a los viajes que hicieron juntos por España, firmándola y titulándola entonces con pincel al dorso sobre la tabla. Tras el fallecimiento de ambos artistas, esta obra regresó a nuestro país, pasando a formar parte de esta colección.
Durante la estancia de Regoyos en Bilbao en 1908, cuando residía en la calle Espartero n.º 22-3º, llevó a cabo diversas obras, entre las que se encuentra Altos hornos de Bilbao, que recoge un atardecer donde la factura rápida y el colorido son dominantes. En ella contrasta la tranquilidad del paseo ribereño con la actividad frenética de las industrias situadas en la otra orilla, con todas sus chimeneas humeantes. Para resaltar más este contraste, situó a dos personas conversando sin otra presencia que las acompañe. Regoyos muestra en esta obra su madurez como pintor y su sensibilidad para captar la luz. Esta combinación de paisaje con figura humana es frecuente en sus obras. [Juan San Nicolás]