Esteban March (Valencia, 1610-1668)
El becerro de oro
hacia 1650
INFORMACIÓN DE LA OBRA
Óleo sobre lienzo, 90 × 114 cm
OTRA INFORMACIÓN
Firmado en los escalones de la columna: «ESTEVE»
Esteban (o Esteve) March representa en la pintura valenciana la huella de los modelos y las formas de Pedro Orrente, su maestro. Fue precisamente su aprendizaje con el pintor murciano lo que le hizo asimilar, por un lado, la preparación rojiza tan característica en su pintura y, por otro, los tipos tan propios y heredados en última instancia de la pintura bassanesca, no descuidando, al igual que Orrente, su atención por lo anecdótico y popular y también la pintura de retrato, con la que gozó de gran crédito. De genio y talento acentuado, Palomino lo describe en sus Vidas como «algo lunático y atronado», lo que dibuja su personalidad tan peculiar y su versatilidad como artista, y lo sitúa como heredero de la tradición de los artistas saturninos, de temperamento inestable y genialidad acusada. Aunque se le ha querido ver como un pintor de batallas, esta es solo una faceta de su repertorio en la que incide en el uso de las estampas de Antonio Tempesta, actualizando su sentido movido y dramático, lo que le convierte en un seguidor del italiano Aniello Falcone, pero en un tono mucho más local y con un gran virtuosismo en el desempeño del arte del dibujo como elemento preparatorio.
Moisés y la serpiente de bronce y El becerro de oro son obras muy características de March. Pintadas ambas hacia 1650, advertimos en ellas con claridad esos elementos bassanescos que le llegan directamente a través de su maestro Orrente, que se formó en el taller de Leandro Bassano.
El primer episodio representado es el que narra la Biblia (Números 21, 6-9) cuando, invadido el campamento israelita por una plaga de serpientes venenosas enviadas como castigo por sus desconfianzas, Moisés suplica a Yavé que les libre de ellas y, siguiendo las instrucciones del Altísimo, «hizo una serpiente de bronce y la puso sobre un asta, y cuando alguno era mordido por una serpiente, miraba a la serpiente de bronce y se curaba». El episodio se ha interpretado siempre como una prefiguración de la cruz del Calvario, gracias a una mención expresa que de ello hace el evangelio de san Juan. El pintor interpreta el episodio de modo muy dinámico dando amplia panorámica del campamento israelita, bajo un cielo sombrío, de tormenta. Los muertos y los enfermos se distribuyen por el suelo en grupos dispersos, en actitudes gesticulantes, con evidente habilidad, y la técnica, suelta y vibrante, obtiene efectos de nerviosa intensidad. El colorido es el habitual de tono terroso, sobre el que destacan algunos toques de vivos colores: verdes, amarillos y azules, dispuestos con viveza y gracia. Los tipos humanos, sus tocados, e incluso la manera de disponer vestidos y actitudes, se relacionan muy directamente en algún caso con su maestro Orrente. La identificación de estos destacados lienzos es una aportación importante para el mayor conocimiento de este notable artista, aún mal estudiado.
El segundo episodio representa el momento en que Moisés, al descender del Sinaí y encontrar al pueblo de Israel adorando al becerro de oro, hecho con las joyas de los hebreos, «encendido en cólera, tiró las tablas y las rompió al pie de la montaña» (Éxodo 32, 19). La composición se centra en torno a la columna sobre la que se alza el becerro: los hebreos arrodillados en gesto de adoración lo rodean y la silueta de Moisés, que alza las tablas para arrojarlas al suelo, se recorta en intenso contraluz sobre el cielo aborrascado. En el ángulo superior izquierdo sitúa el episodio inmediatamente anterior, en el que Moisés, arrodillado, recibe de Yavé las tablas de la ley. El amplio escenario, con las tiendas de campaña del pueblo hebreo nómada, presenta la tonalidad castaño dorada habitual en el pintor, y los tipos, resueltos con pinceladas breves y nerviosas, resultan sumamente expresivos de su peculiar estilo. [Alfonso E. Pérez Sánchez]