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Abraham Lacalle (Almería, 1962)

La huida

1999

INFORMACIÓN DE LA OBRA

Óleo sobre lino, 200 × 250 cm

Abraham Lacalle nació en Almería y estudió en Sevilla. Su primera exposición individual tuvo lugar en 1989 en la galería Fúcares de Almagro. Fue becario de la Junta de Andalucía en la Casa de Velázquez a mediados de los noventa, y prolongó su estancia en Madrid hasta 2002, año en que regresó a Sevilla. Durante su estancia madrileña inició su vinculación con la galería Marlborough. Ha realizado diversas exposiciones nacionales e internacionales y forma parte de la generación de artistas españoles que emergió a finales de los años ochenta. Lacalle aboga sin trabas por una recuperación de la pintura en una época en la cual parece haber sido desplazada por otras tendencias, sobre todo tecnológicas y multimediáticas. Su relación con lo pictórico quiere recuperar el acto de pintar como transmisor de signos y significados; como fábrica de sueños, parodias y placeres. Como referentes tiene a grandes pintores como Picasso, Philip Guston o los maestros italianos del Renacimiento.

Lacalle busca una pintura de intenso cromatismo que, no siendo directamente narrativa, evoque sin embargo imágenes y pequeñas historias en el espectador. El título de este cuadro, La huida, remite a un tema que ha venido desarrollando en varios momentos: el viaje y la experiencia temporal a través del paseo en la naturaleza, en la ciudad o en la carretera – título de una exposición en la galería malagueña Alfredo Viñas en 2009–, donde se percibe la incidencia de autores como Jack Kerouac o Cormac McCarthy.

Con su tamaño, este cuadro propicia en el espectador una experiencia envolvente, una inmersión visual en un espacio fragmentado, marcado por la presencia de elementos figurativos. Postes del tendido eléctrico, zapatos, la impronta de una mano, retazos de paisajes, líneas que dibujan formas: una proliferación colorista de imágenes diversas solapadas y superpuestas, a modo de evocación de lo que ve cambiar continuamente un caminante que se desplaza. Lacalle parte de la idea de fragmentación visual y narrativa, aunque deja sus claves interpretativas al arbitrio del espectador. En La huida conviven elementos abstractos y figurativos, signos gráficos lineales y colores animados por pinceladas dinámicas. Desde hace tiempo sus cuadros evocan lugares y pasajes o tránsitos, presentando espacios interiores en el mismo plano pictórico que los exteriores, sin distinción espacial, y desdibujando cualquier visión jerárquica de un motivo principal en la obra. El paisaje amarillento, surcado por esos postes cruciformes, los zapatos que nos recuerdan al caminante, las figuras silueteadas con líneas paralelas y concéntricas, pueden ser metáfora del pensamiento, de rudimentarios mapas o de las derivas en las que este viaja de un ámbito al otro, desde la consciencia a lo inconsciente, y desde la vida pública al interior del sujeto. La superficie del cuadro se convierte en lugar donde suceden varias cosas a la vez, con una dimensión temporal según la cual cada momento del cuadro puede recordar no solo un instante percibido, sino también emociones de aislamiento, libertad o sociabilidad. [Carmen Bernárdez]