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José Caballero (Huelva, 1916-1991)

La larga noche circular de Nazim Hikmet

1970

INFORMACIÓN DE LA OBRA

Técnica mixta sobre lienzo, 162 × 130 cm

OTRA INFORMACIÓN

Firmado en el ángulo inferior derecho: «José Caballero»

Cuando se analiza la trayectoria artística de José Caballero, puede tenerse la sensación inicial de que se trata de dos pintores distintos. El primero, un surrealista de gran precisión técnica; el segundo, un informalista cuya abstracción no perdería nunca completamente el lazo con la figuración. Tras esta primera impresión, uno se da cuenta de que lo que inicialmente puede resultar tan distinto tiene, sin embargo, todo el sentido. Caballero fue uno de los pocos artistas españoles que, a la manera de los pintores del expresionismo abstracto americano, llegó a la abstracción matérica proveniente del surrealismo.

Aunque inició estudios de Ingeniería Industrial en Madrid, en 1930 conoció a Daniel Vázquez Díaz en Huelva mientras pintaba los frescos del monasterio de La Rábida. El maestro se convirtió en una figura trascendental para su desarrollo artístico –Caballero entró a formar parte de su taller– y vital, ya que, gracias a él, el pintor se incorporó al grupo de intelectuales que gravitaba en torno a la Residencia de Estudiantes. En 1934, Federico García Lorca lo incorpora al Teatro Universitario La Barraca, para el que Caballero realizó distintas figuraciones y carteles. De esos años, data también su participación en revistas ilustradas y su relación con los poetas-pintores (además de Lorca, Neruda y Alberti). En los años treinta, su producción está ligada estrechamente al surrealismo. En ella, el pintor demuestra tener, en palabras de García Lorca, una profunda imaginación poética, como bien atestiguan los dibujos a plumilla que el artista realiza entre 1934 y 1937.

Finalizada la Guerra Civil, Caballero se encontró con un Madrid empobrecido donde la mayoría de sus amigos habían muerto o estaban encarcelados. Durante los años cuarenta, su producción se vio claramente reducida porque pintar era una dura vuelta al pasado. En 1950 el artista decidió conscientemente superar el surrealismo e investigar nuevos medios expresivos; fue el año de su primera exposición individual en la galería Clan y el que abriría la que pudiera parecer su segunda vida.

Tras una primera abstracción en la que la línea tiene una presencia clara, el pintor desarrolló una poética informalista de características propias. En las obras de finales de los años sesenta y la década de los setenta, las composiciones se reducen a lo esencial. Aparece entonces la forma por excelencia: el círculo, que se convertirá en la expresión definitiva de la pintura de Caballero. Tal es el caso de una obra como Doble espacio, en la que la división sirve al pintor para desarrollar las dos características que determinan su abstracción: una marcada gestualidad y una carga matérica que, en este caso, se materializa en collage con la utilización de un disco de esparto. Pese a este universo abstracto, el pintor no abandonó el contacto con la figuración utilizando los títulos para entroncar con el mundo real. La larga noche circular de Nazim Hikmet, en la que denuncia la persecución al poeta y dramaturgo de origen turco, o Por la ardiente meseta amarilla me acuerdo de Alberto Sánchez, uno de sus numerosos homenajes al escultor al que había conocido en los años treinta, son claros ejemplos de esta manera de enfatizar la realidad en clave abstracta. [Inés Vallejo]