José Gutiérrez Solana (Madrid, 1886-1945)
La Procesión
hacia 1917
INFORMACIÓN DE LA OBRA
Óleo sobre lienzo, 142 x 112 cm
OTRA INFORMACIÓN
Firmado en el ángulo inferior izquierdo “J.Solana”
La obsesión de Solana por la religión y la muerte infunde algunas de sus composiciones de mayor dureza. El Solana de estas obras aparece como un hombre carente de emoción religiosa, anclado en el tremendismo y en los aspectos más oscuros de la religión.
La procesión y el mundo que la rodea es uno de los temas más recurrentes en la obra del pintor. La describe como un espectáculo del dolor, del desgarro, representando sus personajes, bien con capuchones, sin identidad, o bien a cara descubierta; gente del pueblo, con rostros acartonados, siempre sombríos. Sin embargo, se sirve de los elementos estéticos que las procesiones y su entorno ofrecen.
Para Gregorio Marañón este carácter es una virtud: “Porque nada tiene un sentido religioso y, sobre todo, un sentido religioso español, como el sentimiento de la fugacidad de la belleza, de la alegría, de la gloria; y esto es, precisamente, lo que sobrecoge en la obra de Solana... Solana es uno de esos pintores del tremendo y saludable Memento Homo...”
Ramón Gómez de la Serna, por el contrario, traza un paralelismo entre El Greco y Solana, por su paleta y también por su religiosidad basada en la temática de las procesiones, afirmación que el propio artista contradice: “Las figuras de las procesiones, de los pasos de las imágenes mismas, solo me interesan por lo que tienen de figuras, de muñecos, no por el tema que encarnan ni por la ideología que representan. Me interesan como figuras que son.”
En La procesión, los blancos de los nazarenos contrastan, en un brillante juego cromático, con los oscuros personajes con cirios que cierran la composición en torno
a la figura central del Cristo atado a la columna. Todo es sombrío: las calles, las casas y hasta la tenue luz del amanecer, nos trasmiten la tristeza del momento vivido.
María José Salazar