Baltasar Lobo (Cerecinos de Campos, Zamora, 1910 – París, 1993)
La siesta
1969
INFORMACIÓN DE LA OBRA
Mármol, 19 × 32 × 19 cm
OTRA INFORMACIÓN
Firmado: «Lobo»
Baltasar Lobo llegó a París en marzo de 1939, un mes después de haber cruzado la frontera junto a miles de soldados republicanos en retirada y tras escapar del campo de concentración de Argelès-sur-Mer. Se había formado en la tradición de la escultura religiosa en madera en Valladolid, con el artista Ramón Núñez y, fugazmente, en la madrileña Escuela de Bellas Artes de San Fernando. Obtuvo un cierto conocimiento del arte moderno gracias a exposiciones como Españoles residentes en París, celebrada en 1929 en el Jardín Botánico, con esculturas de Pablo Gargallo, Manolo Hugué y Alberto, o a la exposición de pintura de Picasso organizada por Amics d´Art Nou (ADLAN) en 1935.
En París, donde pasaría el resto de su vida, Lobo consiguió el apoyo de Picasso y sobre todo el del escultor Henri Laurens, que le contrató como ayudante y fue su mayor influencia artística. Tras ser uno de los pioneros del cubismo escultórico, Laurens venía practicando desde el final de los años veinte una escultura basada en la tradición arcaica y clásica con un sentido de la forma simplificada y una capacidad para expresar sobriamente el volumen y el movimiento congelado. El escultor español supo adaptar estos conceptos escultóricos a su personalidad, asumiendo la sencillez y la sobriedad de la forma y centrándose en una temática humanizada y clásica que concretó en el tema de la maternidad y, a partir de los años cincuenta, en el desnudo tumbado de las bañistas que le permitía plasmar la figura en el espacio con formas envolventes y dinámicas.
En torno a 1957, como reflejan obras como Tête de gitane [Cabeza de gitana] o Gran nu allongé [Gran desnudo tumbado], estudia la obra de Brancusi, fallecido ese mismo año, lo que le habilitó para pensar en la animación del espacio mediante la repetición ritmada de los volúmenes. La progresiva abstracción, concebida como simplificación y depuración formal, también tuvo ese punto de partida, aunque Lobo nunca llegó a traspasar los límites de la figuración. En los años sesenta y en obras como La siesta, desarrolló su lenguaje definitivo, manteniendo los conceptos de ritmo en el volumen y unidad en la forma. De este modo, en esta obra el bloque de mármol se muestra como una pieza casi natural de formas redondeadas, que solo muy sutilmente sugiere los detalles de un desnudo femenino tumbado con las piernas plegadas y los brazos bajo una leve referencia a la cabeza.
Esta obra es característica de su escultura y demuestra cómo Lobo consiguió crear un estilo personal, que permaneció en el tiempo y que fue ajeno a las modas y corrientes artísticas. Sustentado por una gran capacidad de trabajar todas las técnicas escultóricas de talla y modelado, creó formas unitarias y de factura delicada dirigidas a la expresión de la belleza y la armonía a partir del vocabulario formal y de las ideas humanizadas de la vanguardia de la escultura en Francia del periodo de entreguerras. [Carmen Fernández Aparicio]