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Soledad Sevilla (Valencia, 1944)

Medio Oriente

1999

INFORMACIÓN DE LA OBRA

Óleo sobre lienzo, 145 × 230 cm

OTRA INFORMACIÓN

Inscripción al dorso: «Medio Oriente»

La pintora valenciana Soledad Sevilla estudió en la Escuela de Bellas Artes de Sant Jordi en Barcelona, donde en 1969 realizó su primera exposición individual en la galería Trilce. A continuación, asistió en Madrid al seminario «Generación Automática de Formas Plásticas» en el Centro de Cálculo de la Universidad Complutense de Madrid. Posteriormente, entre 1980 y 1982, desarrolló en la Universidad de Harvard un análisis formal del motivo a base de tramas de líneas. Dentro siempre de la abstracción, empezó a trabajar sobre referentes como Las meninas, haciendo su propia interpretación del espacio y la luz del cuadro velazqueño con retículas de líneas de colores acrílicos que se solapan y cruzan sobre el plano del lienzo, creando zonas más tupidas y otras transparentes, siempre marcadas por un sentido de la luminosidad preciso y a la vez lírico. El geometrismo de sus cuadros reticulares sería continuado en series de los años ochenta como La Alhambra, ya de vuelta e instalada en Barcelona. Empezó entonces a trabajar las instalaciones, siempre con la luz y los efectos perceptivos como eje central. En 1993 recibió el Premio Nacional de Artes Plásticas y el Premio Alfons Roig de la Comunidad Valenciana.

En la segunda mitad de los noventa, Sevilla deja atrás sus retículas y pinta una serie de cuadros de «muros vegetales» en los que priman el color y la luz, entre los que podemos incluir Medio Oriente. En esta obra percibimos un espacio lleno de follaje, animado por una luz que se filtra e ilumina diversos matices de amarillos y verdes. Sugiere un paisaje sereno, un ambiente poético y vital. Los verdes se oscurecen en el centro creando un horizonte que induce a entender la composición como vegetación reflejada en el agua. En lugar de su característico acrílico anterior, Sevilla utiliza el óleo para pintar con más sosiego, estableciendo un ritmo lento entre el secado del color y su pintura acumulativa y progresiva. Hace uso de un tipo de pincelada similar en cada cuadro, larga y ondulada en unos y en forma de hoja –como es aquí el caso– en otros. En Oriente Medio la pincelada va modulándose y cambiando de tamaño, densidad y tono, pero preserva su forma de hoja, que en el primer plano, en la parte alta, cuelga recordando los mocárabes islámicos. Sevilla continúa ligada a los efectos de luz y elabora sus cuadros como superposiciones disciplinadas, casi ritualizadas, de toques de color que parecen conservar cierto carácter modular, aunque las líneas de sus series anteriores se transforman aquí en pinceladas descriptivas y orgánicas. Esta serie y la de los Insomnios –algo posterior– parten, en el imaginario de la pintora, de recuerdos de tapias cubiertas de hiedra, aunque también de instalaciones suyas como Leche y sangre (1986), en la que cubrió los muros de la sala de suelo a techo con hileras de claveles rojos que iban marchitándose, cambiando de color y desprendiéndose, incorporando en su imagen el ciclo real del tiempo. [Carmen Bernárdez]