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Aurelio Arteta (Bilbao, 1879 – México D.F., 1940)

Muchachas bañistas

hacia 1930-1935

INFORMACIÓN DE LA OBRA

Óleo sobre lienzo, 178 × 129 cm

Bilbaíno de nacimiento pero formado en Valladolid y en Madrid, Aurelio Arteta amplió estudios en París desde 1902 y en Italia en 1906. Partió de un inevitable naturalismo ochocentista con influencias puntuales de Anselmo Guinea, Adolfo Guiard o Ignacio Zuloaga. Miembro de la Asociación de Artistas Vascos, fue colaborador destacado de la emblemática revista de Bilbao Hermes (1917). En esta época su pintura, siempre sobria, acusaba cierta vibración postimpresionista afrancesada. Aparte de la pintura de caballete, cultivó el muralismo, siendo sus murales de la antigua sede del Banco Bilbao en Madrid (1920-1923) piezas destacadas de su estilo, esquemático, de lejana influencia cubista y de temática diríase que militantemente vasca. Dirigió de 1924 a 1927 el Museo de Bellas Artes de Bilbao, donde se conserva, entre bastantes otras obras suyas –incluidos frescos–, su geométrico paisaje El puente de Burceña (h. 1925-1930). Su ascética pintura Los náufragos (h. 1930-1931, Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, Madrid) representó a España en la xix Bienal de Venecia (1934). Durante la Guerra Civil se mantuvo fiel a la República y a su fin tuvo que exiliarse a México, donde murió en 1940 en un accidente de tranvía.

Muchachas bañistas1 es una típica composición del Arteta maduro años después de su decisiva colección de frescos para el Banco Bilbao en Madrid, cuando se acentúa cada vez más la simplificación en sus composiciones, ya de por sí tendentes a lo esquemático. El resultado es la creación con un constructivismo liberado ya de toda rigidez de una sobria escena arquetípica con desnudos, muy semejante en cuanto a tema, espíritu y factura a las Bañistas del mismo autor, que le valieron el Premio Nacional de Pintura de 1930 y que se conservan en el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía. Dos bocetos de la figura de la derecha fueron reproducidos por Santiago Amón en 1972, pero sin fechar ni identificar.

Cercano también al de Daniel Vázquez Díaz, el estilo de Arteta se relaciona en esta obra con las cosas que desde años atrás hacía en Cataluña Joaquim Sunyer, pintor que tuvo una notable relación directa con el arte vasco. Edorta Kortadi abunda en esta familiaridad de Arteta con el noucentisme3. Con ello parece avalarse la antigua pretensión de Juan de la Encina, crítico vasco activo en Madrid, de agrupar virtualmente, en 1920, a los miembros de la citada Asociación de Artistas Vascos –como el propio Arteta– y a los artistas noucentistes catalanes –como el citado Sunyer– bajo una misma bandera independiente, conscientemente alejada del arte oficial español de la época, aunque no se ubicara en los parámetros del vanguardismo lanzado desde París. [Francesc Fontbona]