Pese a no haber nacido en Santander, Solana se sintió siempre santanderino. El fuego que en 1941 devastó la ciudad, le sumío en una profunda melancolía y añoranza y manifestó a los suyos su deseo de visitar de nuevo la ciudad y el puerto para pintar los hombres de la mar, por los que decía sentir una gran admiración.

Este anhelo se plasma en Taberna de Santander, uno de sus últimos trabajos, en el que el pintor recrea una escena y unos personajes que inmortalizó años atrás en un gran dibujo, en un aguafuerte y en la pintura Marineros a la puerta de una taberna, hacia 1930-1933, aunque en esa ocasión dispuso la escena en un interior.

Realizada sin duda en su estudio de Madrid con luz artificial, traslada a la pintura los objetos y figuras retenidos en su memoria, personificando los marineros que un día contempló en los muelles de Puerto Chico, donde el pintor gustaba pasear a última hora de la tarde para contemplar la llegada de los pesqueros y ver en acción a los pescadores.

Representa, con la utilización de tonos verdes y tostados y una tenue iluminación, a tres hombres del mar, de gran reciedumbre y fuerte personalidad, cuyos rostros denotan nobleza y una gran serenidad, como protagonistas de ese mundo que tanto admira.

No hay interés por la representación individual de los personajes, sino por reflejar el momento de la tarde, marcado en el reloj del fondo, en el que los marineros regresan de sus faenas y hacen un alto, con sus útiles de pesca en el suelo, fumando y tomando una copa, mientras relatan las vivencias del día, algo habitual en los muelles de Santander.

María José Salazar