Habitual de las verbenas madrileñas y de las ferias instaladas en San Antonio de la Florida, en las Ventas o en la pradera de San Isidro, Solana recrea y entremezcla las escenas vividas, las traslada al lienzo y las describe minuciosamente en sus escritos:

“Abajo, en la explanada de la Pradera, el humo que hacen las calderas de churros, y la polvareda del galopar de los caballos y los tranvías de mulas, que llegan atestados de gente; los “Tíos Vivos”, columpios, montañas rusas, puestos de comidas y bebidas. En la tienda de vinos de Acal se sirven callos y caracoles. Se oyen los gritos alegres de las mujeres que se suben al columpio; se organizan bailes españoles, por parejas […].”

En Verbena en la pradera de San Isidro, Solana refleja un público disperso, que une en diferentes grupos de forma abigarrada y un tanto barroca, para dar la sensación de multitud.

Nos muestra la fiesta como si fuera una instantánea, realizada con cierto aire de escenario teatral, escalonando las imágenes. Composición muy de su agrado, que unifica y armoniza mediante una paleta de ocres que infunde ese aire “solanesco”, característico de su producción.

No narra la escena, ni la describe, simplemente la presenta tal como podía verla un testigo presencial de las fiestas del Madrid de su época.

María José Salazar